La cláusula ingrata de la novela gráfica o “Carta Blanca” de Jordi Lafebre.

He terminado “Malgré tout”, “A pesar de todo” o, como se ha traducido al castellano, Carta Blanca, de Jordi Lafebre. Novela gráfica editada aquí por Norma Editorial.

Ya he dicho alguna que otra vez que el género no me llama la atención como lectora, pero no lo descarto como lectura para mis hijos, y me interesa bastante en tanto que yo dibujo.

Lafebre lleva ya unos cuantos años dibujando viñetas sin parar, sobretodo para Francia, donde al parecer le valoran más que aquí. Qué cosa más extraña!

Su novela es una historia puramente romántica. En la RAE, romántico es “sentimental, generoso y soñador”.

Lafebre es romántico cuando escribe y cuando dibuja. No creo que haya lecturas y/o novelas gráficas, o creaciones artísticas, en definitiva, destinadas a uno u otro género. Como no lo creo, no voy a decir que puede ser que llame más la atención a lectoras que a lectores, porque tampoco lo sé. Lo que sí creo es que aquellos/as que piensen que todo cómic o novela gráfica es una cuadrícula llena de músculos y onomatopeyas es que no han tocado un libro desde hace mucho tiempo.

El dibujo de Lafebre tiene el equilibrio entre el dibujante que dibuja de dibujos y el que dibuja del natural. Es decir, es detallista, figurativo y realista, al tiempo que utiliza recursos de lenguajes de representación conocidos. Sus figuras tienen el punto justo de caricatura e histrionismo para explicar sentimientos, pensamientos y emociones sin palabras. Y a mí, personalmente, a veces me emociona.

He estado pensando en lo rápido que se lee una novela gráfica, por gorda que sea, en comparación con la cantidad de tiempo que lleva hacerla. Si no escribes ni dibujas es posible que nunca te lo hayas planteado, o que hayas juzgado libros, cuentos, cómics o cuadernos de pegatinas a la ligera. Debe pasar lo mismo con el cine, aunque si tu obra funciona tiene más visibilidad… jui jui jui.

Sin entrar en la dificultad y el tiempo que lleva a toda autora/autor encontrar y encaminar tema y trama de una novela, hay que tener en cuenta que toda la descripción de lugares, vestuarios, meteorología, es decir, la ambientación, real o ficticia, que la novela convencional hace a través del texto, la novela gráfica la hace a través del dibujo.

En el caso de la novela narrativa convencional, la descripción puede llevar más o menos tiempo a la escritora/escritor, aunque nunca menos que al lector/a leerla completa para hacerse a la idea del lugar en que se ubican los personajes en ese momento. Además, la narración siempre deja espacio para la aportación del lector a la construcción de la escena.

En cambio, en el caso de la novela gráfica, el dibujante va a invertir, muchas no, muchísimas horas de su vida en representar escenarios imaginados sobre el papel mediante el dibujo. Muchas horas. Y al lector le va a llevar tres pestañeos captar la escena por completo, que además el dibujante habrá repetido varias veces desde puntos de vista diferentes, en viñetas consecutivas, a medida que la narración avanza.

Lo mismo ocurre con los personajes. Su aspecto físico, sus estados de ánimo, sus expresiones, etc. todo se explica mediante el dibujo. Así que el texto se limita casi exclusivamente al diálogo.

Es decir, en la novela gráfica el autor/dibujante asume y acepta una pequeña cláusula de “ingratitud o por amor al arte”, añadida al contrato de incertidumbre que firma cualquier autora/autor.

Sabe que va a pasar varios años de su vida trabajando muchas horas, dejándose la vista, buscando documentación gráfica, leyendo, dibujando, y sin cobrar nada de nada esos años, para publicar una obra que se va a leer de principio a fin en menos de un día (más o menos).

Pero no todo es mierda, claro. La novela gráfica, al emplear dos lenguajes, tiene dos puntos de apoyo para mantenerse a flote. Puede que la historia sea un pedo, y los diálogos malos, pero que el dibujo sea muy potente y la soporte. Puede que los dibujos sean regulares, pero que la historia sea muy buena y esté bien escrita, y tenga algunos aciertos gráficos. En la novela convencional, esté como esté escrita, si la historia es mala, no hay nada que hacer.

Un último punto, que para algunas será una ventaja y para otras un inconveniente, es que la novela gráfica, al funcionar más como el cine, no deja tanto espacio a la lectora/lector. Y que el diálogo, la parte escrita, tiene un peso específico muchísimo mayor. Otro tema es la limitación o dificultad de lo gráfico para enfrentarse a temas complejos, abstractos o filosóficos, a reflexiones sin cuerpo representable.

En fin, que no deja de ser ingrato que la novela gráfica se lea tan rápido y que se acabe tan deprisa, sabiendo que a la autora/autor le ha llevado, necesariamente, muchas horas y mucho trabajo, como en el caso de Carta Blanca de Jordi Lafebre.

A mí me gusta mucho como dibuja, y dibuja mucho, dibuja bien, no se ahorra nada. Y eso se agradece, porque los que dibujamos (mejor o peor) sabemos que hacer eso no es ni fácil ni rápido.

No voy a hablar de nada más, porque entonces me cargo la novela, que funciona gracias a eso de lo que no voy a hablar, desde un punto de vista narrativo. Pero, aunque no te la leas, la capacidad de Lafebre de explicar con el dibujo es muy muy grande. Así que si, aunque como yo, no eres romántico/a, la recomiendo mucho. Y, malgré tout, creo que Lafebre debe sentirse agradecido y satisfecho.

Solamente voy a rebelar un detalle: el prota lleva un pendiente. Cuando yo tenía 22 o 23 años, trabajaba becada como delineante en una oficina de la Universitat de Barcelona. Cada mañana desayunábamos en el bar de la facultad de Bellas Artes, que tenía un patio con una higuera grande. A la misma hora solíamos coincidir con la misma gente, grupos de estudiantes de la facultad, algunos profesores, etc. A mí me llamaba la atención un chico que casi siempre sonreía, tenía el pelo rizado y llevaba un pendiente (o dos). Ahora sé que se llamaba Jordi, juas!